viernes, 10 de agosto de 2012

¿Qué tienen en común Maquiavelo, Moro, Montaigne, Cervantes y Shakespeare? PARTE III


Nadie, según ellos, ha de considerarse como enemigo, si no ha hecho mal alguno. La comunidad de naturaleza hace las veces de tratado. Y los hombres están más firme y fuertemente unidos por la benevolencia que por los tratados, por el corazón que por las palabras.
Utopía
Tomás Moro

Tomás Moro publicó su obra Utopía en 1516. La obra consiste en dos premisas, por una parte es una crítica de la sociedad europea contemporánea –especialmente la inglesa- en la que abarca una crítica al capitalismo naciente, mostrando en los utopianos un desprecio hacia la usura y las joyas, y la segunda como una alternativa radical mostrando una sociedad organizada por medio de la razón.

Política y jurídicamente la isla de Utopía estaba organizada por un magistrado, conocido como Sifogrante en el idioma antiguo de la comunidad o como Filarca en el moderno. A la cabeza de diez sifograntes se encuentra el Traniboro o protofilarca.

El total de los sifograntes, que son unos doscientos, después de juramentarse para elegir al hombre que consideran mejor, mediante escrutinio secreto eligen a un príncipe, haciéndolo entre cuatro candidatos que propuso el pueblo; cada cuarta parte de la ciudad designa un candidato que propuso el pueblo; cada cuarta parte de la ciudad designa un candidato y lo recomienda luego al Senado. El príncipe es un magistrado a perpetuidad, a no ser que se haga sospechoso de tener aspiraciones a la tiranía. Año por año se eligen los traniboros; pero se reeligen, a menos de existir motivos serios en contra de los mismos. Los restantes magistrados se renuevan anualmente.[1]


En Utopía se muestra una sociedad rigurosamente reglamentada igualitaria en cuanto al trabajo y la educación. Todos están obligados a desarrollar la agricultura y además de ello se forman en algún oficio, dejando las tareas menos arduas a las mujeres por su complexión más débil. “Además de la agricultura, que es, como ya he dicho, tarea común a todos, aprenden un oficio determinado: tejedores de lana y lino, albañiles o artesanos, o herreros, o carpinteros.”[2]  En Utopía los obreros que con frecuencia terminan oportunamente sus horas laborales, dedican su tiempo de ocio al estudio, con ello logra grandes progresos en su conocimiento, y finalmente es dispensado de ejercer su oficio y es incluido en la categoría de los letrados. 

Los magistrados no quieren obligar a los ciudadanos a que realicen contra su voluntad un trabajo superfluo, ya que las instituciones de aquella República esencialmente tienden a libertar a todos los ciudadanos de las servidumbres materiales […], y también a favorecer la libertad y el cultivo de la inteligencia. Creen ellos que en esto consiste la humana felicidad.[3]


La obra de Tomás Moro se puede tomar con muchas interpretaciones, sin embargo, a mi modo de verlo aparecen dos tintes: la nostalgia por la Edad de Oro y la transformación por la sociedad real. En síntesis Moro acuña la transición entre ambas partes a lo largo de la obra, con la convicción en las leyes, en la organización jurídica como medio para alcanzar la felicidad común.                                 

 En el pensamiento de Tomás Moro, se ha señalado que tiene influencia hedonista. Por ejemplo cuando él describe a los utopianos como gente vigorosa y sana y que disponen de los mejores hospitales y médicos. Pero cuando una futura pareja se va a casar son invitados a desnudarse mutuamente en presencia de testigos para descubrir a tiempo cualquier falta a la higiene o a la salud. “Sin duda, la moral hedonista de Moro descansa en la conformidad con la naturaleza y hace una distinción epicúrea entre los placeres, pero no reduce con todo las satisfacciones legítimas del pueblo y del espíritu a una mera ausencia de dolor”.[4]         Moro se presenta conservador en muchos aspectos, ello se muestra mejor en su capítulo De las mutuas relaciones[5], que explica las reglas de convivencia entre las mujeres y los hombres.                                                                                                                                             
 Moro no quiso el aniquilamiento del Estado, por el contrario en Utopía aparece un Estado casi perfecto, ya que el mismo autor concreta al final de su obra que “mientras tanto, y aunque no puedo dar mi asentimiento a todo lo que dijo Rafael, eruditísimo y gran conocedor de las humanas cosas, he de confesar fácilmente que hay en la República de Utopía, muchas cosas que desearía ver en las ciudades nuestras”.[6]Moro por supuesto defiende el papel de las leyes y las instituciones para la consolidación del Estado pero desea un tipo de organización semejantes a las que se discutieron y emergieron en la Antigüedad.


[1] Tomás Moro, Utopía, Porrúa, México, 2008, p. 51.
[2] Tomás Moro, Op. Cit., p. 53.
[3] Ídem., p. 57.
[4] Yvon Belaval, Op. Cit., p. 194
[5] Tomás Moro, Op. Cit., p. 58
[6] Ídem., p. 108.

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