Nadie,
según ellos, ha de considerarse como enemigo, si no ha hecho mal alguno. La
comunidad de naturaleza hace las veces de tratado. Y los hombres están más
firme y fuertemente unidos por la benevolencia que por los tratados, por el
corazón que por las palabras.
Utopía
Tomás
Moro
Tomás
Moro publicó su obra Utopía en 1516.
La obra consiste en dos premisas, por una parte es una crítica de la sociedad
europea contemporánea –especialmente la inglesa- en la que abarca una crítica
al capitalismo naciente, mostrando en los utopianos un desprecio hacia la usura
y las joyas, y la segunda como una alternativa radical mostrando una sociedad
organizada por medio de la razón.
Política y jurídicamente la isla de Utopía estaba organizada por un
magistrado, conocido como Sifogrante
en el idioma antiguo de la comunidad o como Filarca
en el moderno. A la cabeza de diez sifograntes
se encuentra el Traniboro o protofilarca.
El total de los
sifograntes, que son unos doscientos, después de juramentarse para elegir al
hombre que consideran mejor, mediante escrutinio secreto eligen a un príncipe,
haciéndolo entre cuatro candidatos que propuso el pueblo; cada cuarta parte de
la ciudad designa un candidato que propuso el pueblo; cada cuarta parte de la
ciudad designa un candidato y lo recomienda luego al Senado. El príncipe es un
magistrado a perpetuidad, a no ser que se haga sospechoso de tener aspiraciones
a la tiranía. Año por año se eligen los traniboros; pero se reeligen, a menos de
existir motivos serios en contra de los mismos. Los restantes magistrados se
renuevan anualmente.[1]
En
Utopía se muestra una sociedad
rigurosamente reglamentada igualitaria en cuanto al trabajo y la educación.
Todos están obligados a desarrollar la agricultura y además de ello se forman
en algún oficio, dejando las tareas menos arduas a las mujeres por su
complexión más débil. “Además de la agricultura, que es, como ya he dicho,
tarea común a todos, aprenden un oficio determinado: tejedores de lana y lino,
albañiles o artesanos, o herreros, o carpinteros.”[2] En Utopía los obreros que con frecuencia
terminan oportunamente sus horas laborales, dedican su tiempo de ocio al
estudio, con ello logra grandes progresos en su conocimiento, y finalmente es
dispensado de ejercer su oficio y es incluido en la categoría de los letrados.
Los magistrados no
quieren obligar a los ciudadanos a que realicen contra su voluntad un trabajo
superfluo, ya que las instituciones de aquella República esencialmente tienden
a libertar a todos los ciudadanos de las servidumbres materiales […], y también
a favorecer la libertad y el cultivo de la inteligencia. Creen ellos que en
esto consiste la humana felicidad.[3]
La
obra de Tomás Moro se puede tomar con muchas interpretaciones, sin embargo, a
mi modo de verlo aparecen dos tintes: la nostalgia por la Edad de Oro y la
transformación por la sociedad real. En síntesis Moro acuña la transición entre
ambas partes a lo largo de la obra, con la convicción en las leyes, en la
organización jurídica como medio para alcanzar la felicidad común.
En
el pensamiento de Tomás Moro, se ha señalado que tiene influencia hedonista.
Por ejemplo cuando él describe a los utopianos como gente vigorosa y sana y que
disponen de los mejores hospitales y médicos. Pero cuando una futura pareja se
va a casar son invitados a desnudarse mutuamente en presencia de testigos para
descubrir a tiempo cualquier falta a la higiene o a la salud. “Sin duda, la
moral hedonista de Moro descansa en la conformidad con la naturaleza y hace una
distinción epicúrea entre los placeres, pero no reduce con todo las
satisfacciones legítimas del pueblo y del espíritu a una mera ausencia de
dolor”.[4] Moro se presenta
conservador en muchos aspectos, ello se muestra mejor en su capítulo De las mutuas relaciones[5],
que explica las reglas de convivencia entre las mujeres y los hombres.
Moro
no quiso el aniquilamiento del Estado, por el contrario en Utopía aparece un
Estado casi perfecto, ya que el mismo autor concreta al final de su obra que
“mientras tanto, y aunque no puedo dar mi asentimiento a todo lo que dijo
Rafael, eruditísimo y gran conocedor de las humanas cosas, he de confesar
fácilmente que hay en la República de Utopía, muchas cosas que desearía ver en
las ciudades nuestras”.[6]Moro
por supuesto defiende el papel de las leyes y las instituciones para la
consolidación del Estado pero desea un tipo de organización semejantes a las
que se discutieron y emergieron en la Antigüedad.
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