Es
cierto que se ha derribado
el Antiguo Régimen;
pero
mientras siga en pie
uno sólo de sus pilares,
podemos
estar seguros
de
que el resto
no
tardará
en
verse restaurado.
Filosofía del
Tocador
Marqués
de Sade
Introducción
Cada
época, según Luis Villoro, se distingue por un pensamiento el cual se
manifiesta en todas las áreas imaginables por los contemporáneos a ella, en las
ciencias y las artes, los procesos tienen la esencia de la idea predominante.
Anterior al Renacimiento el concepto acuñado era, sin lugar a dudas, Dios. El
hombre medieval regía su mente y cuerpo en un desenvolvimiento enteramente
cristiano, empeñado en salvaguardar su comportamiento terrenal en busca de la
salvación eterna. Dios dictaba como debían hacerse las cosas, cuál era el lugar
de cada individuo y básicamente, aunque la idea es mucho más compleja, dotaba
de sentido a la vida al hombre medieval. Largos y numerosos debates se abrieron
en torno a su existencia, siendo rescatados textos clásicos de Platón o
Aristóteles, por mencionar algunos, utilizados para probar la existencia de
Dios. Básicamente todos los progresos intelectuales –especialmente en Lógica y
Dialéctica- que se desarrollaron en la época fueron detrás de ese objetivo.
Posteriormente
esfuerzos tempranos como los de San Agustín o aportaciones posteriores como las
de Santo Tomás se vieron desdeñadas con el aporte del pensador Guillermo de Ockham, quien a pesar de que
siguió concibiendo a la potencia divina como la mayor, es decir Dios, su
pensamiento lo resumió en que la filosofía no podía ni debía comprobar la
existencia del mismo, esta sólo se podía sustentar en la teología con la base
primordial que era la fe. “La esencia divina es absolutamente inabarcable por
los conceptos y definiciones humanas. Filosofía y teología hablan lenguajes
diferentes, y no pueden ayudarse ni complementarse”.[1]
Así
pues Ockham sería un elemento del parteaguas para los siguientes filósofos,
artistas, literatos y demás personalidades intelectuales que darían formación y
nombre al Renacimiento, etapa que comienza en el siglo XV y culmina en el XVI,
siendo precisamente ellos quienes nombraron a la Edad Media como una “época
oscura”, en la cual los clásicos habían sido malinterpretados y tergiversados
con fines necios, así pues si bien Dios no se dejaba de lado, el hombre
renacentista se sintió listo para emprender una responsabilidad aún más grande,
el libre albedrío se reinterpretó y dio cabida a un concepto mucho más amplio y
difícil: la libertad. Con ello el hombre renacentista se autonombraba
protagonista de la historia.
Luis Villoro menciona
como en el Renacimiento se asistió a una ruptura de un mundo ordenado, ahora el
hombre tenía no sólo el convencimiento de su capacidad sino también la libertad
para imponer el orden que mejor le pareciere. Además “el contacto con los
antiguos, gracias al descubrimiento de las obras de arte y a las nuevas
relaciones con los bizantinos, determina la elevación del hombre y de los
valores humanos al centro de la vida espiritual y por tanto, la inversión del
sentido medieval de la existencia, polarizado en Dios”.[2]A
este fenómeno se le conoció como humanismo, cuando se lleva a cabo el pleno
descubrimiento de la naturaleza en toda la multiplicidad de sus aspectos.
Las
ciencias y las artes sufrieron un cambio de lo más drástico a partir de este
nuevo pensamiento nombres como Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Pedro Charrón
entre otros comenzaron a notarse. La consolidación de la burguesía y el auge
del comercio en Italia, especialmente en Venecia, Génova, Pisa y Florencia, el
papel de familias ricas que despampanaban poder como los Médicis, los Wesller,
los Függer o los Jacques de Couer tuvieron su máxima muestra de autoridad en la
creación de la banca.
Según Villoro “el hombre nuevo estaba en busca de un nuevo centro, las antiguas familias del siglo XII ahora se consolidaban no sólo como las más ricas y poderosas sino también como aquellas que podían tener acceso al deleite del conocimiento especialmente en las artes.”[3]
Según Villoro “el hombre nuevo estaba en busca de un nuevo centro, las antiguas familias del siglo XII ahora se consolidaban no sólo como las más ricas y poderosas sino también como aquellas que podían tener acceso al deleite del conocimiento especialmente en las artes.”[3]
Con
todo lo anterior podría decir que, a mi parecer, la libertad fue el mayor
descubrimiento –¿o construcción?- del hombre moderno, lo cual desembocó en
cuestiones como: la moralidad, forma de gobiernos, utopías, el engrandecimiento
del comercio, los grandes descubrimientos geográficos, la explotación de
yacimientos, el paso de una economía de tipo feudal a capitalista entre otros; que
fueron los diversos temas de conversación entre los intelectuales del
Renacimiento los cuales llegarían a su punto máximo en el siglo XVIII.
La
pregunta es ¿Qué tienen en común Maquiavelo, Moro, Montaigne,
Cervantes y Shakespeare? Pregunta surgida durante una de las clases en
historiografía moderna, que nos lleva a dar cuenta de estos pensadores. Una de
las primeras críticas que recibí al mostrar mi intención de hacer de esta
pregunta un ensayo fue la cantidad de autores a manejar, con el riesgo, más que
obvio, de dejar lagunas en cada uno, sin embargo, considero los elementos
integradores de todos ellos claros y asequible, por lo que me aventuraré a
responder. Quizá esa respuesta no sea satisfactoria para el lector, pero es ahí
precisamente dónde entra mi segundo objetivo: invitar al lector a que el mismo,
en algún futuro, se acerque a los diversos autores y se conteste de nuevo la
pregunta central.
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