lunes, 28 de abril de 2014

Signos vitales

Algún humanista diría que el amor lo salva todo.

Hacía mucho tiempo que no leía nada editado por "Fondo Editorial Tierra Adentro", comencé abril con Signos vitales de Vanessa Téllez, luego de leer una entrevista realizada por el suplemento cultural "La Gualdra" en la Jornada Zacatecas. Las respuestas de la autora me dejaron con la curiosidad y decidí buscar la novela, una decisión acertada.
Hay tres cosas que me gustan de "Fondo Editorial Tierra Adentro". La primera, que demuestra que en México se está escribiendo poesía, novela, cuento, ensayo y teatro, y de gran calidad hay que añadir. La segunda es, que son jóvenes creadores los responsables de ésta amplia variedad de textos. Recuerdo entre mis favoritos: ¿Te gusta el latex, cielo?, Vidas de catálogo, Andamos huyendo, Elena, por mencionar sólo algunos. La última, pero no menos importante, esta colección demuestra lo grande que es nuestro país, ciudades, clima, comida, costumbres, español, que desconocemos. En algunos de los textos que he leído he podido conocer el ambiente de una ciudad fronteriza como Juárez, estar en mi terruño Durango como si no lo conociera o aprender lo que significa vivir a las orillas del mar. Vanessa Téllez en su novela Signos vitales no es la excepción. 
Signos vitales reúne todas las características mencionadas con anterioridad, de eso no cabe duda. La novela me fascinó porque es impredecible, juega con el tiempo y el lugar, no se sabe exactamente dónde se ubica el narrador, olores y sensaciones como "la mar" revivieron en mi nariz en un viaje de 5 horas. 
Por otra parte, el personaje principal: Zoé, quien ha decidido enseñarle a su padre cómo se muere. ¿ A cuántos de nosotros no nos gustaría aprender el fino arte de morir y ver morir? Y, ¿Qué hay del arte de amar? Eso también nos viene a mostrar Zoé, una persona que ha visto morir a los dos amores que nos marcan de por vida: el primero y el de una madre. 
Cabe mencionar, siendo franca, que me la pase subrayando el libro porque la narrativa de la autora no podía ser más poética. Creando en ocasiones imágenes, como La Casa Verde, pero más que nada sensaciones. Sentir que podemos eternizar lo breve, que podemos extender los labios como un lienzo, salir sin saber a dónde, o  que podemos ser mar.
Muertes tristes, algunas por equivocación, otras por naturaleza, algunas injustas, por indiferencia, unas más por el silencio. Una historia con distintas grietas que se muestran como signos vitales, casi imperceptibles, pero que nos recuerdan que estamos vivos.

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