Como la tristeza no está en el campo ni
en la ciudad,
sino en el corazón, nos siguen los fastidios y
cuidados donde quiera que llevemos nuestro corazón.
sino en el corazón, nos siguen los fastidios y
cuidados donde quiera que llevemos nuestro corazón.
J. J.
Fernández de Lizardi
En
una primera impresión, con tan sólo observar el título de la obra El principito, asocié irresponsablemente
el calificativo de “cursi”, divagando como comúnmente lo hago antes de leer,
especulando que se trataría de una de esas novelas donde la expresión del amor
es excesiva y mal usada que termina por desgastar la trama. Más cual fue mí muy
grata sorpresa al terminar el libro y valorarlo como una obra digna y
respetable, al encontrar dentro de la traducción –valdría la pena leerlo en su
idioma original- un estilo sencillo y fluido en la narrativa de Antoine
Saint-Exupéry.
La
obra comienza narrando fragmentos de la vida de uno de los protagonistas, el
que posteriormente será interlocutor del principito, el sentimiento de la
tristeza se avista desde el comienzo del texto, mediante imposiciones hechas al
protagonista cuando los adultos le incitan a dejar el arte y dedicarse a
prácticas más útiles, según ellos, como la geografía, la gramática, las
matemáticas y el cálculo, etc.
Algo
que llamó mi atención es que, este personaje principal, nunca revela su nombre,
yo deduzco que se trata de Saint-Exupéry, o al menos de su alter ego, el cual por influencia de los adultos decide abandonar
su carreara artística, situación en la que aparece la sensación de tristeza,
enfatizada cuando el personaje relata que los adultos se interesan más en
negocios y corbatas que en el arte de sus dibujos. ¿Acaso, estimado lector, no
es triste que los adultos les importe más los negocios y la apariencia, que la
sensibilidad artística? A veces es decepcionante darnos cuenta del estado de
enajenación que persiste en la humanidad y, en El Principito esta condición se explica con elegancia a través del
tropo metafórico.
Las
actitudes moralistas de los adultos hicieron que nuestro personaje se aislara,
abandonado su sensibilidad artística, hasta terminar como piloto de avión,
cuestión en la que sin duda le favoreció el estudio de la geografía y donde
gracias a un accidente tuvo la gran experiencia de panne mientras sobrevivía en el desierto del Sahara.
Mientras
el personaje se encuentra atrapado en la nada, lejos de toda civilización, donde
los alimentos y el agua son escasos, la melancolía y tristeza se perciben una
vez más. En tan compleja situación, el personaje se queda dormido cuando de
pronto una vocecita, casi imperceptible, lo despierta pidiéndole que le dibuje
un cordero. Abre los ojos y observa una silueta como de un niño, lo extraño es
que aquél hombrecillo o niño no parecía cansado ni hambriento.
Nuestro
protagonista trata de representar aquel hombrecillo, situación que lo frustra
al haber abandonado su carrea de pintor y se disculpa por el dibujo que ofrece,
fragmento de la obra donde se presenta la melancolía por no haber seguido la
carrear artística. El hombre trata de presentar sus dibujos de la niñez a aquel
hombrecillo que le pide un dibujo específico y queda pasmado al darse cuenta de
que es el primero que los entiende.
Pide
entonces que le dibuje un cordero, el hombre le dibuja varios, pero ninguno le
agrada al hombrecillo, hasta que le dibuja una caja y le dice que imagine que
ahí está su cordero, el hombrecillo queda satisfecho, de esta manera fue como
conoció a Le Petit Prince. Interpreto
esto último como una prueba más del sentimiento melancólico, cuando observamos
que en el mundo actual se han perdido capacidades básicas como la de admiración
o la imaginación, entre otras, presas de los deberes que exige la acelerada
vida del sistema moderno actual.
Así
durante la obra, el hombre perdido en el desierto va conociendo más sobre el
principito- que es el nombre que el autor le da a aquel misterioso hombrecillo-,
hasta que descubre que viene de otro planeta, pero ¿Por qué viaja? ¿Cómo viaja?
¿Qué es lo que busca? Asimismo descubre que su planeta es muy pequeño. Por ello
necesita el cordero que le ayudará a podar comiendo los baobabs, arboles gigantes que si se dejan crecer demasiado
invadirán su planeta hasta hacerlo estallar.
Conforme
conocemos más al principito entendemos más de su solitaria y melancólica vida,
al ser un personaje aislado que habita en un pequeño planeta, donde el mayor
espectáculo es ver el amanecer, afortunado principito al ver los hermosos
amaneceres con el sólo hecho de cambiar su silla, aprovechando la pequeñez de
su planeta. Situación que se puede volver desesperada al caer en el hastío, pues
el principito dice que fue su única distracción durante mucho tiempo.
El
principito se sigue mostrando melancólico por extrañar una flor que ha dejado
en su planeta. El principito enajena sus instantes pensando y enalteciendo algo
externo a él, su flor que dejó en tan lejano planeta y compara a ésta con una
estrella, piensa preocupadamente que, si el cordero comiera su flor sería como
una estrella que se apaga, presentando un profundo sentimiento de angustia. Además,
el pequeño príncipe expresa el ansia y amor que sintió desde que sembró la
semilla, la larga y tediosa espera por su crecimiento, y finalmente la recompensa,
el florecimiento, que también se presenta un tanto turbio, pues después de
tanto amor y esmero, la vanidosa planta recién florecida se porta insolente y
desdeñosa con el ingenuo principito.
En
la mayor parte del escrito interpreto los sentimientos de melancolía y
tristeza, a veces hasta de manera piadosa, como cuando el principito se siente
mal por cortar los baboabs, a pesar de
que son perjudiciales para él. ¿Nobleza o victimización del personaje? ¿Será un
recurso literario los personajes que sufren de manera tan vívida como la
realidad? La tristeza sigue presente tanto en la piedad del principito hacia
los gigantes arboles, como en la desgarrada despedida de su flor, pues se irá del
planeta. ¿Conocerá nuevos planetas? ¿Tendrá nuevos amigos?, el viaje que realiza
para conocer otros planetas, tiene ahora un dejo optimista.
Su
primera visita no deja, sin embargo, de ser triste al encontrar en el planeta a
un soberbio y egoísta rey que sólo quiere mandar, ejercer su autoridad, sentir
poder, con individuos anticuados que se toman muy en serio el papel de rey
arrogante y tiránico como el del caso que cuenta el principito. Escenario que
nos remite a muchos caso de sociedades pasadas y actuales.
El
segundo planeta que el principito visitó, habitaba un vanidoso, un ególatra que
sólo acepta ser alabado, por lo que el pequeño hombrecito se marcha
desilusionado. Éste se va pero a mi mente llega un razonamiento, en el cual
considero que en la sociedad superficial de hoy día abundan muchos habitantes
vanidosos.
En
el siguiente planeta vivía un bebedor, por esto, la visita fue breve pero
suficiente para sumir al principito en la melancolía, pues dicho habitante sólo
bebía y bebía alcohol para olvidar, víctima de la vergüenza. Decepcionado de
tal ambiente el principito se aleja.
Un
planeta más visita nuestro pequeño viajero. Dicho planeta está invadido por la
amargura que brota de su único habitante, el que sólo se interesaba en contar,
poseer y hacer cuentas, la avaricia de aquel hombre era tan grande que su
existencia entera la enfocaba a su negocio, tanto así que ni atención prestó a
tan pequeño huésped que llegaba, incluso se enfurece cuando este le interrumpe,
pero pronto vuelve a sus cuentas, el principito aturdido se fue, y yo me
pregunto: ¿hoy día cuantos personajes esclavos del dinero habrá en nuestra
sociedad?
El próximo
planeta reflejaba tristeza por la situación de su único poblador, sumido y
entregado totalmente al trabajo, sin descanso, parecía que la existencia de
dicho personaje dependiera de trabajar. Un explotado farolero que con el día y
la noche, encargado de prender y apagar la llama, como el soplo de vida que
deja en cada instante en el trabajo. Situación frustrante el vivir sólo para
trabajar, por lo que, el principito no se convenció y también decide marcharse,
pero muchos de nosotros determinados sólo para trabajar ¿a dónde huimos?
El
entusiasmo reaparece en el principito en la visita a otro planeta, donde conoce
a un anciano que escribía grandes libros. Se decía ser geógrafo y muy sabio,
pero nuestro viajero termina una vez más decepcionado cuando el que se dice
sabio le dice que él no conoce lugares, puesto que para eso están los
exploradores, el sólo los entrevista, escribe y hace teoría desde su
escritorio, lo cual, al principito le pareció una visión muy limitada del
conocimiento y consternado se aleja. Sensación parecida experimento cuando
académicos e intelectuales de hoy día no unimos teoría con praxis.
El
séptimo planeta fue la tierra. El más triste de todos pues tiene decenas de
reyes, cientos de bebedores y vanidosos, millones de esclavos al trabajo y al
dinero así como miles de sabios limitados a su escritorio. Con esta estadística
aproximada e inexacta pareciera que el planeta tierra es el peor de todos. Aún
así el principito cruzó el desierto buscando a los hombres.
Después
de caminar por largo rato el principito sería víctima de su propio hallazgo,
puesto que en su camino se cruzaron rosas, flores bellas como la de él, el
principito se sintió destrozado por aquella arrogante flor que él tanto amaba
pues lo había engañado y amenazándolo con que ella era la única. Al darse
cuenta que su flor sólo era otra de las tantas, como las demás el principito se
echa a la hierba a llorar. Parte del libro que no necesita más comentarios, el
dramatismo se sostiene por sí mismo.
Luego
viene el famoso encuentro del principito con el zorro, quien le explicará los
lazos afectivos. Cuando el principito le solicita su amistad el zorro le dice
que necesita ser domesticado, es decir, que creen lazos viéndose a cierta hora
y conviviendo. Sin embargo para el zorro nuestro pequeño príncipe es sólo un
muchachito como cientos que hay, en la partida del principito no escapa a la
tristeza, frustrado pretende culpar al zorro, quien lo refuta diciendo que no
fue él quien quiso aventurarse a crear lazos afectivos.
Y
así el principito siguió su camino, conoció algunos hombres como el agujero y
el mercader. Con ninguno pudo entablar amistad, nadie satisfizo su vacío y sus
únicas y fieles amigas, la tristeza y la melancolía siguieron con él.
Hasta
que finalmente se da el encuentro con el narrador de la historia, precisamente
mientras dormía, y así el aviador y el principito conviven en el desierto y
cuando por fin parece hay una amistad el principito anuncia que tiene que
partir. El pequeño hombrecito se ha apalabrado con una serpiente para que con
una certera mordida se haga el transporte del principito.
El
principito es mordido por una serpiente del desierto, la materia queda ahí pero
el hombrecillo se ha ido, se ha ido y quizás haya dejado la tristeza o tal vez
la lleve aún con él. Considero que El
principito es una obra literaria clásica, además de ser una crítica a la
modernidad capitalista. Invito a leerla por la manera en que muestra la soledad
de cada uno de sus miembros y el mundo ficticio que cada uno de nosotros
creamos, el cual nos mantiene aislados, divididos, tristes y melancólicos como
cualquier rey, bebedor u hombre de negocios. Los sentimientos a los cuales me
he referido, imperan no sólo en la obra de Antoine de Saint –Exupéry sino en
nosotros mismos ¿seremos muchos los principitos que fluimos por el eterno viaje
de la tristeza y la melancolía?
50-50
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