viernes, 6 de diciembre de 2013

De por qué no lloré al ver "Heli"


Para David, quien me dijo,
"y tú que querías verla sola carilla..."



Heli
estuvo promocionada y anunciada en la cineteca durante el mes de noviembre. En todas las oportunidades que tuve de verla no aproveché ninguna. Es más, confieso que una coincidió con poder ver Gravity, preferí ésta última, por supuesto, error (pero esa es otra historia).
Recuerdo que, semanas antes de esto, mi papá me platicó que quería ver una película mexicana e independiente de Amat Escalante quien ganó en Cannes, con esta película, el premio a mejor director. Al parecer el filme estaba causando revuelo en distintos países por su alto contenido de violencia y su narración cruda. Me puse a buscar y, efectivamente, hasta los rusos se levantaron de su butaca y los pocos que se quedaron aplaudieron al término de la función, según una nota. Mi papá me dijo que, al parecer, el abuelo de Escalante fue un sastre muy prestigiado de Durango, "su padre es escritor, ambos de nombre Evodio y duranguenses". De Escalate no estaba muy seguro, a lo mejor nació en el D.F. 

Finalmente anunciaron que, a petición del público, la cineteca programaría funciones extras de Heli. Para entonces, yo ya había leído comentarios, en redes sociales, de distintas personas, conocidos y amigos acerca de la película. No avivó mi curiosidad pero, me animó a no perder la oportunidad. Sabía que la trama se basaba en la situación que se vive en México frente al narcotráfico, pero nada más, bueno eso y lo de los rusos. Además los trailers no me dejaron ninguna otra pista.

Como sea, no esperaba lo que vi durante 105 minutos. La historia básica, de una gran mayoría, Heli quien muy joven está casado y con un bebé, viviendo con su esposa, su papá y su hermana, llamada Estela, en un pueblo recóndito de sabrá dios dónde. Estela "enamorada" de Beto, quien entrena para ¿militar? ¿policía? no lo precisé en la película,  acepta casarse con él para lo cual Beto roba unos paquetes de cocaína, los que sobreviven a los actos de quema de coca y marihuana, para huir a Zacatecas. Heli descubre los paquetes. 
Con ello, conforme veía la película, pensaba, "ya va terminar, ya casi llegan a la escena del inicio, siempre es lo mismo termina dónde comienza". Estaba equivocada, la película siguió y, más adelante fue cuando quise llorar, según mi abuelita siempre he sido "tan chillona por todo", no pude. Qué ridícula, pensé, al menos no tanto como el de atrás, que no paraba de hacer un análisis en voz alta de la película con su respectiva cita. 


¿Por qué quería llorar? Porque todo era cierto. Los envases de Coca-Cola retornable que se veían en la cocina, el grado de escolaridad de Heli, la ingenuidad de Estela, las humillaciones a Beto en el entrenamiento, el tehuacanazo, la Modelo que se tomaba el padre viendo la televisión, la frustración de la esposa de Heli, la violencia cotidiana que se acompaña con caguamas y videojuegos, la estupidez de Heli, la televisión prendida durante la comida dominguera, la lujosa de toda la semana con un "Pollo feliz", la burocracia como última esperanza, los senos colgantes de una funcionaria, la desesperación, la desesperanza, la resignación, la venganza, la terapia como algo de ricos.
Por eso no lloré. Era una historia demasiado digna para salir con mis lágrimas, lo que estaba viendo es real, quizá una milésima parte, una historia así no se merece lágrimas de... ¿de qué? ¿de consolación?,  ¿de "qué feo dios mío, no puede ser"?, ¿de impotencia (sí cómo no)?
Hubo una pareja que se salió a la mitad, la ubiqué porque antes de que comenzara la función concedieron una entrevista. No hubo aplausos.
Llorar hubiera sido una grosería a ésta película magistral.




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