Algunos han dicho que Agustín de Iturbide es "el héroe incómodo de la independencia nacional". ¿A qué se debe esto? Conozcamos primero un poco acerca de su vida y de su participación en la lucha independentista para tratar de entender a este prolífico personaje.
Nació en Valladolid, actual Morelia, en 1783; fue hijo criollo de un inmigrante vasco de ancestros nobles y de una dama michoacana. A la edad de 17 años ingresó al regimiento de infantería provisional de su ciudad y a los 22 años contrajo matrimonio con Ana María de Huarte. Sirvió en un primero momento al gobierno real español como oficial del ejército y adquirió renombre por las persecuciones que realizó de los primeros rebeldes en los años que van de 1810 a 1816. Paralelamente ascendió a coronel, ocupando el control militar supremo de la intendencia de Guanajuato, uno de los principales escenarios de la rebelión.
Iturbide ejercía su papel con severidad, actitud que le mereció muchas críticas pues el trato que ejerció hacia los civiles se tornó exagerado. Detenía a madres, esposas e hijos de rebeldes conocidos, mandaba fusilar a quien él consideraba merecedor del castigo.
Sostenía a su tropa con recursos propios, desertó la iniciativa privada para la defensa de las localidades en campañas locales y foráneas, se preocupó por la educación y la valorización de las hazañas de sus soldados; todo esto con el fin de poner en práctica el programa realista contra la insurgencia. A pesar de es lista de logros notables, la vida de Iturbide y el rol que jugaría en el movimiento de independencia darían un giro drástico cuando en 1816 el virrey Félix María Calleja le ordenó responder a varios cargos que incluían: Uso del mando para crear monopolios comerciales, saquear propiedades privadas y malversar fondos. Las acciones citadas suscitaron quejas provenientes de los simpatizantes insurgentes. A un año de retirar los cargos, Iturbide se encontraba resentido y rechazó la oportunidad de estar al mando del ejército del norte.
En 1820 Iturbide, coronel realista, a sus treinta y siete años de edad se volvió contra el régimen al que había servido de manera ferviente y proclamó una nueva rebelión. Luego de darse cuenta de que Vicente Guerrero y sus hombres continuaban luchando de manera extraordinaria en las montañas del sur y que su captura era practicamente imposible, vislumbró que la independencia sólo sería posible cuando los militares insurgentes se aliaran con las fuerzas que militaban bajo las ordenes del rey.
Iturbide fue derrotado nuevamente en enero de 1821, entonces tomó la decisión de entrevistarse con Guerrero. Le envió una carta solicitándole se reunieran, exponiendo además de manera breve los puntos de vista de su programa político, los cuales en conjunto se reconocerían más adelante como el Plan de Iguala. Existe la versión de que Guerrero recibió de buen agrado la invitación a Iturbide, sin embargo, Lucás Alamán la desmintió diciendo que Iturbide no generó la suficiente confianza en Guerrero por lo tanto se vio obligado a enviar a José Figueroa para arreglar las condiciones del encuentro. Tuvieron su encuentro en Acatempan, actual Teloloapan, estado de Guerrero.
Lejos de las polémicas entre historiadores, ya no se pone en discusión la creación del Ejército Trigarante y la proclama del Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821. En el documento se avalaba al ejército y se declaraban las tres garantías: Religión católica como única tolerada en la nación, independencia con relación a España y la unión entre los bandos de guerra. Finalmente el 27 de septiembre de 1821 el Ejército Trigarante hizo su entrada triunfal en la ciudad de México con Agustín de Iturbide a la cabeza, quien firmó, poco después, junto a Juan O' Donoju los tratados de Córdoba donde se reconocía la independencia de México.
Sin embargo, España desconoció esos tratados, advirtiendo a los gobiernos europeos que el reconocimiento de la independencia no sólo de México, sino de cualquiera de las colonias hispanoamericanas se consideraría una violación a los tratados existentes. Con esto en consideración, Iturbide comenzó a preparar su ascenso al poder.
La noche del 18 de mayo de 1822 una multitud, dirigida por un contingente del antiguo régimen de Celaya, marchó a través de las calles de la capital hasta la residencia de Iturbide a demandarle que aceptara ser la cabeza del imperio mexicano, lo que culminó con su coronación; sin embargo, sólo un año más tarde la revolución de Casa Mata encabezada por Santa Anna, lo obligaría a abdicar el 19 de marzo de 1823 y abandonar el país de manera "voluntaria", luego de que se reinstalara el congreso.
Un año después volvió a México acompañado de su esosa y sus dos hijos; Iturbide no vio nada de malo en ello ya que consideraba que su salida del país fue por desición propia. El único problema fue que ignoraba la existencia de un decreto en su contra que lo declaraba traidor y fuera de la ley, además de que estaba sentenciado a ejecución. Finalmente el 19 de julio de 1824, el presidente de la legislatura de Tamaulipas-lugar donde radicó en su regreso- le administró los últimos sacramentos y le confesó. Así Iturbide murió, siendo sus últimas palabras: "¡Mexicanos! ¡Muero con honor, no como traidor; no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha, no soy traidor, no!".
Quizá ahora, a casi dos siglos de distancia sea más díficil comprender a Iturbide, entender sus decisiones que estuvieron basadas -al menos parcialmente- en la convicción de alcanzar la libertad de México. Algo que no podemos ignorar es que tuvo la oportunidad de reivindicarse, de hacer un alto y cuestionarse el porqué de su lucha y si realmente estaba funcionando el ejército realista. Reflexionó acerca de lo que estaba pasando a su alrededor y querámoslo o no, él fue un elemento decisivo para que la independencia de México se consumara. La historia no puede juzgar aquellos que la construyeron, simplemente puede hacernos comprender los hechos y la manera en que estos tiene repercusión en nuestra realiad. No dividamos esquemáticamente a los personajes en "buenos" y "malos", en la vida nada es monocromático, es una escala de grises incontables.
El objetivo de la lucha era claro: Alcanzar la libertad; el problema fue que no existió un acuerdo general, de quién o cómo se gobernaría al país una vez terminada la lucha. Hasta que culminó el movimiento, inició esta reflexión necesaria que acaecería en nuevas propuestas y movimientos.
* Agradezco al Mtro. Jacobo por la oportunidad de escribir y por su guía.
Nació en Valladolid, actual Morelia, en 1783; fue hijo criollo de un inmigrante vasco de ancestros nobles y de una dama michoacana. A la edad de 17 años ingresó al regimiento de infantería provisional de su ciudad y a los 22 años contrajo matrimonio con Ana María de Huarte. Sirvió en un primero momento al gobierno real español como oficial del ejército y adquirió renombre por las persecuciones que realizó de los primeros rebeldes en los años que van de 1810 a 1816. Paralelamente ascendió a coronel, ocupando el control militar supremo de la intendencia de Guanajuato, uno de los principales escenarios de la rebelión.
Iturbide ejercía su papel con severidad, actitud que le mereció muchas críticas pues el trato que ejerció hacia los civiles se tornó exagerado. Detenía a madres, esposas e hijos de rebeldes conocidos, mandaba fusilar a quien él consideraba merecedor del castigo.
Sostenía a su tropa con recursos propios, desertó la iniciativa privada para la defensa de las localidades en campañas locales y foráneas, se preocupó por la educación y la valorización de las hazañas de sus soldados; todo esto con el fin de poner en práctica el programa realista contra la insurgencia. A pesar de es lista de logros notables, la vida de Iturbide y el rol que jugaría en el movimiento de independencia darían un giro drástico cuando en 1816 el virrey Félix María Calleja le ordenó responder a varios cargos que incluían: Uso del mando para crear monopolios comerciales, saquear propiedades privadas y malversar fondos. Las acciones citadas suscitaron quejas provenientes de los simpatizantes insurgentes. A un año de retirar los cargos, Iturbide se encontraba resentido y rechazó la oportunidad de estar al mando del ejército del norte.
En 1820 Iturbide, coronel realista, a sus treinta y siete años de edad se volvió contra el régimen al que había servido de manera ferviente y proclamó una nueva rebelión. Luego de darse cuenta de que Vicente Guerrero y sus hombres continuaban luchando de manera extraordinaria en las montañas del sur y que su captura era practicamente imposible, vislumbró que la independencia sólo sería posible cuando los militares insurgentes se aliaran con las fuerzas que militaban bajo las ordenes del rey.
Iturbide fue derrotado nuevamente en enero de 1821, entonces tomó la decisión de entrevistarse con Guerrero. Le envió una carta solicitándole se reunieran, exponiendo además de manera breve los puntos de vista de su programa político, los cuales en conjunto se reconocerían más adelante como el Plan de Iguala. Existe la versión de que Guerrero recibió de buen agrado la invitación a Iturbide, sin embargo, Lucás Alamán la desmintió diciendo que Iturbide no generó la suficiente confianza en Guerrero por lo tanto se vio obligado a enviar a José Figueroa para arreglar las condiciones del encuentro. Tuvieron su encuentro en Acatempan, actual Teloloapan, estado de Guerrero.
Lejos de las polémicas entre historiadores, ya no se pone en discusión la creación del Ejército Trigarante y la proclama del Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821. En el documento se avalaba al ejército y se declaraban las tres garantías: Religión católica como única tolerada en la nación, independencia con relación a España y la unión entre los bandos de guerra. Finalmente el 27 de septiembre de 1821 el Ejército Trigarante hizo su entrada triunfal en la ciudad de México con Agustín de Iturbide a la cabeza, quien firmó, poco después, junto a Juan O' Donoju los tratados de Córdoba donde se reconocía la independencia de México.
Sin embargo, España desconoció esos tratados, advirtiendo a los gobiernos europeos que el reconocimiento de la independencia no sólo de México, sino de cualquiera de las colonias hispanoamericanas se consideraría una violación a los tratados existentes. Con esto en consideración, Iturbide comenzó a preparar su ascenso al poder.
La noche del 18 de mayo de 1822 una multitud, dirigida por un contingente del antiguo régimen de Celaya, marchó a través de las calles de la capital hasta la residencia de Iturbide a demandarle que aceptara ser la cabeza del imperio mexicano, lo que culminó con su coronación; sin embargo, sólo un año más tarde la revolución de Casa Mata encabezada por Santa Anna, lo obligaría a abdicar el 19 de marzo de 1823 y abandonar el país de manera "voluntaria", luego de que se reinstalara el congreso.
Un año después volvió a México acompañado de su esosa y sus dos hijos; Iturbide no vio nada de malo en ello ya que consideraba que su salida del país fue por desición propia. El único problema fue que ignoraba la existencia de un decreto en su contra que lo declaraba traidor y fuera de la ley, además de que estaba sentenciado a ejecución. Finalmente el 19 de julio de 1824, el presidente de la legislatura de Tamaulipas-lugar donde radicó en su regreso- le administró los últimos sacramentos y le confesó. Así Iturbide murió, siendo sus últimas palabras: "¡Mexicanos! ¡Muero con honor, no como traidor; no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha, no soy traidor, no!".
Quizá ahora, a casi dos siglos de distancia sea más díficil comprender a Iturbide, entender sus decisiones que estuvieron basadas -al menos parcialmente- en la convicción de alcanzar la libertad de México. Algo que no podemos ignorar es que tuvo la oportunidad de reivindicarse, de hacer un alto y cuestionarse el porqué de su lucha y si realmente estaba funcionando el ejército realista. Reflexionó acerca de lo que estaba pasando a su alrededor y querámoslo o no, él fue un elemento decisivo para que la independencia de México se consumara. La historia no puede juzgar aquellos que la construyeron, simplemente puede hacernos comprender los hechos y la manera en que estos tiene repercusión en nuestra realiad. No dividamos esquemáticamente a los personajes en "buenos" y "malos", en la vida nada es monocromático, es una escala de grises incontables.
El objetivo de la lucha era claro: Alcanzar la libertad; el problema fue que no existió un acuerdo general, de quién o cómo se gobernaría al país una vez terminada la lucha. Hasta que culminó el movimiento, inició esta reflexión necesaria que acaecería en nuevas propuestas y movimientos.
* Agradezco al Mtro. Jacobo por la oportunidad de escribir y por su guía.
Muy buen texto...
ResponderEliminarla vdd me da mucho gusto k tengas las ganas y la determinación de escribir y publicarlo en este blog, yo también he kerido hacerlo, algún día espero darme la voluntad ha de hacerlo....
salu2 y muchas suerte, pro sobre todo felicidades!!!
Eduardo Skivel